«La población NO OLVIDA el fracaso de las sanciones»: Luis Vicente León explica con peras y manzanas por qué estas medidas «NO SIRVEN»
El presidente de Datanálisis critica a quienes siguen defendiendo las sanciones y más a aquellos que pretenden «manipular» a la población para que crea que se van a generar cambios políticos, cuando no ha sido así
«Las sanciones sectoriales contra Venezuela, en especial las que afectan el petróleo, han sido ampliamente rechazadas por la población. Este rechazo no es producto de percepciones abstractas ni de debates teóricos sobre su legitimidad, sino de la experiencia directa de sus consecuencias».
Así lo manifestó el economista y presidente de Datanálisis, Luis Vicente León, quien explicó las razones por las cuales la población no está de acuerdo con las sanciones petroleras y de paso, criticó a quienes las defienden como un método para generar cambios políticos.
En su cuenta en X, recordó como, en el pasado, esas sanciones causaron «deterioro del empleo, reducción de ingresos, crisis de abastecimiento de combustible, colapso de servicios públicos y más recientemente, restricciones migratorias que afectan a millones de venezolanos en el exterior».
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Promesas vacías
Por ello, recordó como, «en 2019, las sanciones fueron presentadas con la promesa explícita de generar un cambio político inmediato. No solo no cumplieron su objetivo, sino que agravaron la crisis que ya vivía la población. En este contexto, cualquier hipótesis de estudio que parta de una supuesta aceptación mayoritaria de las sanciones carece de sustento», afirmó.
Es más, dijo que las encuestas han confirmado ese rechazo. «La mayoría de los venezolanos rechaza las sanciones sectoriales y petroleras, y no cree que funcionen como mecanismo de presión política. Solo 12,6% las aprueba, y la cifra sigue en descenso», expresó.
«Incluso si se realizara un experimento hipotético en el que se garantizara con certeza que las sanciones lograrían un cambio político, la aprobación potencial aumentaría. Sin embargo, el escenario opuesto —donde se deja claro que las sanciones no producirían cambio alguno— pulverizaría su respaldo», agregó.
Por ello, «esto explica por qué, en la realidad actual, la aprobación de las sanciones es mínima: solo 11% de los venezolanos cree que pueden generar un cambio político. La mayoría las evalúa con base en su impacto tangible y las rechaza por su ineficacia y efectos negativos».
Diferencias con la participación electoral
Por otro lado, León mencionó otro tema delicado para los venezolanos: el electoral.
«A diferencia de las sanciones, donde el rechazo es mayoritario y estable, la postura sobre la participación electoral es distinta. La desconfianza en el voto ha crecido y el abstencionismo tiene un soporte ampliamente mayoritario».
«Este es también un resultado basado en la experiencia: las elecciones previas han erosionado la confianza de los electores en que su voto pueda generar un cambio. Aquí, el discurso de incentivo al voto, aunque pueda ser estratégicamente correcto, sigue siendo minoritario y a contracorriente de la opinión popular» dijo.
Por otro lado, el experto pidió «diferenciar entre datos y opiniones. Si bien cada persona puede tener su visión sobre cuál es la mejor estrategia política, la verdadera opinión mayoritaria se mide en las encuestas y no en percepciones subjetivas».
En este caso, agrega, «las encuestas son claras: el rechazo a las sanciones es masivo, al igual que la desconfianza en el voto. Y agrego que en mi opinión el voto es una estrategia infinitamente más útil que la abstención. Pero esta es mi opinión y no coincide con la opinión mayoritaria del país».
Desconectados
León critica a quienes intentan «presentar la narrativa de que la población venezolana apoya mayoritariamente las sanciones».
Y dice que «después de haber vivido sus consecuencias, eso es, en el mejor de los casos, una desconexión con la realidad y, en el peor, una manipulación de la opinión pública. Los datos son claros: las sanciones han fracasado como herramienta de presión política y la mayoría de los venezolanos lo sabe», remarcó.
Finalmente, afirmó que, «vender una tesis de masoquismo colectivo, para justificar lo injustificable, resulta extremadamente difícil y yo diría que políticamente muy peligroso para sus exponentes».
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